Sexo en Alicante: Condón

Demasiado posesivo

La historia de mi primera vez estuvo envuelta por una cierta polémica por culpa de los celos de mi chico, Sebas. Viví junto a él una experiencia maravillosa, pues yo siempre he estado súper enamorada, pero sus celos la convirtieron en un trago amargo, pues además de ser celoso, es un pelín machista y creyó que yo no era virgen… que lo había engañado.

¿Y sabéis por qué? Porque no expulsé sangre cuando me desvirgó. Intenté hacerle entender que no todas las chicas sangramos cuando dejamos de ser vírgenes, pues como muchas veces he leído, todo depende del tipo de himen que una tenga. Pero todo fue inútil: él no me creyó y, al día siguiente de haber vivido uno de los momentos más trascendentes de mi vida, él me dejó porque se sintió engañado; ésta fue su razón. Imaginaos cómo me quedé al oír que me dejaba porque creía que le había mentido y que yo no era virgen.

Sentí una gran impotencia. Me sentí como una puta que había sido utilizada. Menos mal que mis amigas estuvieron ahí para consolarme de tanta desesperación. Ninguna comprendía cómo un chico, hoy en día, podía dejar a su chica porque creyera que no era virgen. Todas alucinábamos y yo la primera, pues aunque vivamos en un pueblo del sur—de unos 4.000 habitantes—, tampoco estamos anclados en el «Jurásico», puesto que la mentalidad ha cambiado en todos los lugares del país y aquí se viven, más o menos, las mismas circunstancias, tendencias, modas y hechos que puedan vivirse en una gran ciudad como Madrid o Barcelona.

Así que lo primero que me dijeron mis amigas es que Sebas no me quería tanto como decía, que quizá sólo iba conmigo a lo que iba y luego, si te he visto no me acuerdo… Pero yo no podía creer que esto que ellas me decían como si tal cosa pudiera ser cierto, pues alguien que va al rollo y nada más no sale con una chica un año y medio, como era nuestro caso. Por eso, había algo que no me encajaba.

Y tampoco podía dar por válida la explicación que Sebas me dio: que había sido víctima de un engaño y que no podía perdonarme esa mentira. Cuando pensaba en este hecho, me preguntaba una y otra vez: ¿qué valora Sebas de mí… sólo mi virginidad?, ¿por qué tan rápidamente había perdido su confianza en mí? No encontraba ninguna respuesta válida.

Pero sí: sus celos lo carcomían y le impedían creer en mí. Por eso me dejó y estuvo seis meses evitando encuentro alguno conmigo. Yo no encontraba consuelo y, aunque con el paso de los días me fui calmando e, incluso, con la ayuda de mis amigas, me fui animando a darme una nueva oportunidad, no podía olvidarlo…

Y cada vez que conocía a un chico nuevo y parecía que me entraba bien, cuando el asunto llegaba a más, izas! de nuevo volvía el recuerdo de los besos de Sebas y todo terminaba. Yo buscaba el sabor de sus besos y no lo hallaba. Muchas veces me rebelé ante este sentimiento, pues no soportaba vivir enganchada a él, porque me ligaba, inevitablemente, a alguien que me había hecho sufrir. Quería olvidarle, quería borrarle de mi vida para siempre… Pero, al parecer, ambos nos empeñamos en olvidarnos sin conseguirlo.

VINO A BUSCARME…

Al cabo de los seis meses, cuando ya me había habituado más o menos a «caminar sola por la vida», Sebas volvió a reaparecer. Vino a buscarme a la academia donde yo acudía a estudiar inglés e informática todas las tardes. Y cuando salí de clase con mis compañeros y escuché su voz llamándome, mis piernas empezaron a temblar y luego, todo mi cuerpo. No podía dar crédito a lo que mis ojos estaban viendo: Sebas había venido a buscarme después de seis meses.

No pudo evitar demostrarme sus celos antes de explicarme a qué venía: «Veo que no pierdes el tiempo»… me dijo, pues me vio salir riéndome con Juanca, un chaval muy divertido que siempre me cuenta chistes y cosas graciosas. No pudo evitar dispararme su veneno —debe ser porque es Escorpión y dicen que son así—. Bueno, el caso es que cuando yo le espeté que si había venido a espiarme y a echarme en cara ciertas cosas, ya se podía ir por el mismo sitio que había llegado, se calmó y empezó a contarme a qué había venido.

Me dijo que después de haberlo pasado muy mal, después de haberse propuesto mil y una vez olvidarme y no conseguirlo, había decidido volver a buscarme porque no podía vivir sin mí. Pero cometió un error: decirme que ni tan siquiera le importaba que hubiera sido de alguien antes que de él, que podía aceptarlo… Cuando oí esto me defraudó, pues me di cuenta que, en el fondo, seguía sin confiaren mí.

Por eso mi respuesta fue tajante: «Si sigues sin confiaren mí, es mejor que cada cual continúe su camino, pues aunque nos queramos mucho, la relación no va a resultar». Se puso un poco fuera de sí mismo y dejó salir sus celos, pero yo no me inmuté y, a pesar de los esfuerzos que tuve que hacer por no echarme en sus brazos, continué firme en mi decisión…

Al día siguiente volvió a mí y me dijo que me quería y que no le importaba nada, que confiaba en mí y que, por favor, le perdonara todo el daño que me había podido hacer por culpa de sus celos.

Me abrazó y me besó y sentí su calor y, también, que sus palabras eran ciertas; noté que ahora sí confiaba en mí. Y ese mismo día volvimos a hacer el amor con mayor intensidad y con la misma magia que la primera vez.

En esta ocasión, volví a sentir el mismo dolor cuando él volvió a penetrarme, algo que me extrañó; sin embargo, este dolor desapareció después de la cuarta vez que intentamos hacer el amor; probablemente, mi himen —aunque no sangré en ninguna ocasión—, fuera de esos que no se ceden ni se rasgan en la primera vez sino que tardan varios días en rasgarse.

Y aunque no tuvimos que detenernos del todo, ambos sentimos que la penetración total llegó en la cuarta vez…