Mi mejor amiga me presentó un buen día a un colega suyo al que hacía 3 años que no veía. Se llamaba Javier y se había trasladado a vivir a Estados Unidos. Nada más ver al chico me di cuenta de que era alguien súper especial. Al cruzar nuestras miradas, todo mi cuerpo se estremeció. Nunca había sentido nada igual al mirara un chico, fue único.
Cuando mi amiga hizo los ademanes de presentación y dijo aquellas palabras tan simples de: «Carol, Javi y Javi, Carol», él se acercó enseguida a mí y me dio dos besos. Creo que mi corazón se paró en el mismo instante en que noté sus suaves mejillas y sus dulces y carnosos labios rozar mi piel. No pude dejar de mirarle y, en ese momento, pensé que ya no podría vivir sin él. No tardó en irse, ya que tenía que ver a muchos amigos a los que también hacía tiempo que no veía. Pero no pasaron ni dos días y yo no podía dejar de pensar en él. No se lo comenté a Sandra por miedo a que ella estuviera también colada por él. No quería jugármela y perder su amistad. Hasta que una tarde, Sandra me llamó y me invitó a subir a su casa, y allí estaba Javi.
Me quedé súper parada y no supe qué hacer ni qué decir. Él, como si yo fuera una más de sus amigas, se acercó y me dio otra vez esos dos besazos impresionantes. Me sentí como una escort a la cual estaban desnudando con la mirada. No una puta barata, sino una escort de lujo. Como no teníamos nada que hacer, decidimos ir a tomarnos algo al bar de enfrente, en el que hacía muy poco habían colocado un billar. Javi era un experto en ese juego y nos propuso jugar una partidita. Me apunté, aunque no sabía ni coger el palo.
EL BILLAR NOS ACERCÓ
Al empezar a jugar, él se dio cuenta de que yo no tenía ni idea y se ofreció amablemente a enseñarme. Para ello se colocó detrás de mí y me enseñó cómo coger el artilugio. En ese momento, noté su respiración detrás de mí y eso me excitó muchísimo. Enseguida deseé girarme y comérmelo a besos pero, por desgracia, en ese momento sonó su móvil. Al cogerlo, miró a Sandra, ella le preguntó quién era y él le dijo que era David.
Mi amiga se puso muy contenta, ya que según me contó eran muy buenos amigos y hacía mucho tiempo que no veía al tal David. Cuando colgó, nos comentó que su amigo iría a pasar unos días a su casa. Pasamos toda la tarde riéndonos y, al llegar la hora de volver a casa, se ofreció a acompañarme.
En el portal, se acercó a mí, me besó con ternura y me pidió que saliera con él porque desde la primera vez que me vio, no había dejado de pensar en mí. No pude decirle que no, claro.
Y ese mismo día empezamos a salir. Pero, por desgracia, él trabajaba poniendo toldos y no nos podíamos ver tanto como queríamos. Un día, fui a buscarle a su casa para salir un rato y me llevé una grata sorpresa al ver que me abría la puerta un chico al que no conocía. Era David, que se acababa de instalar. Le pregunté dónde estaba Javi y él respondió que no iría a comer porque tenía que ira montar un toldo a un pueblo cercano. Me invitó a esperarle allí con él. Pero como vi que tardaba mucho y yo tenía cosas que hacer, decidí marcharme. Hacía ya una semana que no veía a Javi y mis sentimientos hacia él ya no eran los mismos. Por ello, empecé a comerme la olla.
Un día Sandra vino a buscarme para llevarme de fiesta. Terminamos en una discoteca del pueblo de al lado en el que el ambiente era muy bueno y nos lo pasamos genial. Al volver, decidí ira hablar con Javier para aclarar mis sentimientos. Al llegar a su casa, volvió a abrirme David. Iba muy bien vestido y pensé que estaba a punto de salir pero, según me dijo, había acabado de llegar. Nos sentamos en el sofá y empezamos a hablar animadamente y me di cuenta de que era una persona maravillosa. Me explicó cómo había conocido a Sandra y a Javi, y sin darnos cuenta, las horas pasaron volando.
Todo era perfecto. Se quedó mirándome fijamente y su mano empezó a deslizarse por mi pierna de manera natural. No dejaba de mirarme y eso me proporcionaba tranquilidad. Lentamente se acercó a mí con la clara intención de besarme y finalmente lo hizo: me besó primero en la mejilla y poco a poco fue deslizando sus labios por mi cuello. Me dejé llevar por sus caricias y enseguida sus manos desabrocharon mi camisa y empezó a besarme por todo el cuerpo. Mis pezones se erizaron de placer y rápidamente respondí a esas caricias de goce quitándole la camiseta y tumbándole en el sofá. Besé todo su cuerpo y noté cómo su respiración se hacía más y más profunda.
Al rozar su sexo con el mío, sentí unas ganas locas de besarlo y lamerlo. Y así lo hice: besé dulcemente el tronco de su sexo con atrevimiento y con ganas de darle placer. A él le encantó. Entonces, con una fuerza espectacular, me levantó y acabó de desnudarme.
Buscó mi sexo con intención, primero lo acarició con sus dedos y enseguida dio con mi punto de placer. No podía dejar de gemir cuando él introdujo su lengua en mi sexo. Eso me descolocó de este mundo. Le pedí por favor que no parara.
Nunca nadie me había hecho sentir tanto placer. Me sentía una auténtica puta. Le dije a David que era toda suya y entonces él se colocó un preservativo y me penetró. Noté su sexo erecto entrar en mí con fuerza. Fue genial oírle gemir y notar su respiración acelerada mientras me decía que me quería. Sin embargo, en esos momentos de pasión no me di cuenta que, sin querer, me apoyé en mi móvil y llamé a Javier. Cuando dejé su casa, con mucha pena porque me hubiese gustado estar con él toda la noche, me di cuenta de que el móvil no se había colgado. Seguramente habría oído cómo David y yo lo hacíamos. Pobre Javi, lo debió pasar fatal, pero esa tarde, descubrí que estaba realmente enamorada de David y que él también lo estaba de mí. Hoy David y yo vivimos juntos y somos muy felices, y por suerte, Javi lo ha aceptado.